Freud decía que el psicoanálisis era una revolución espiritual que debía sacudir la consciencia del mundo, para mí la verdadera revolución espiritual está en expandir la propia consciencia.

La expansión de la consciencia se trata de un ejercicio ocasionado y personal de inclusión que amplía el alcance de nuestras intenciones (más allá del interés personal o narcisista). Pretende reestructurar el lenguaje que transcurre en nuestra mente, estableciendo nuevas conexiones capaces de llevarnos a posibilidades diferentes y que esto nos lleve a iniciativas diferentes que contribuyan a una transformación de la realidad que incluya la existencia del otro.

Reestructurar lo estructurado (el inconsciente) echando mano del subconsciente (soluciones desconocidas) y el consciente (la voluntad de ocasionar).

En un ejercicio de reprogramar al Yo antes que tratar de convencer al otro. Este es un concepto que tomo de Lacan. El yo es ilusorio y me hago consciente de él a través del reflejo que me llega de los demás, por tanto si uno quiere que el otro cambie su pensamiento, debo comenzar por reescribir el mío.

Empiezo por sesiones de introspección, las cuales son oportunidades para reescribir el guion de nuestras creencias con el fin de lograr nuevas conexiones con los otros y expandir mis horizontes.

Lacan decía que el yo es el resultado del otro, es decir, de lo que los otros reflejan del sujeto, por lo tanto es ilusorio, y si es ilusorio, es algo inventado que puede ser repensado y reescrito.

Expandir la consciencia es una invitación a verse en el espejo con el otro, y abandonar el narcicismo donde el otro no está en el mismo cuadro, no existe o incluso se presume que podría ser eliminado, destruido o vencido. Entonces, hay que empezar por reconocer al otro para poder expandir la propia conciencia. Si solo tenemos la perspectiva del yo, es un mundo enquistado, auto-referencial y deformado.

Lograr este ejercicio no es secillo , pues vivimos en una coexistencia grotesca, la cual implica una especie de paranoia social, donde la “verdad” propia o grupal se corrobora por sobre cualquier cosa, y lo que no encaja se enmarca dentro de un algún tipo de complot externo, de ahí la nace la imperiosa necesidad de confrontarlo y no de comprenderlo o verificar posibilidades diferentes.

Nuestro modelo de conversación trata de pasar de la confrontación de las consciencias a la expansión de LA propia consciencia con el fin de sostener una conversación trascendental o trascedente.

Cuando expando mi conciencia para incluir al otro, ya no tengo que pedirle que me reconozca para reafirmarme (transacción) y por lo tanto deja de ser mi único referente, facilitando la probabilidad de pensar algo distinto. Esto abre la posibilidad de algo diferente a ambos que puede incluirnos (trascendencia).

Para sostener una conversación trascendente hay que buscar la fuente de satisfacción no sólo en si mismos (narcisismo), sino en lo que sea hace por el otro (dilucidar un propósito común).

Para salir de lo transaccional, hay que abandonar lo que se hace por placer o satisfacción inmediata y cambiarlo por algo que incluye y satisface el bien común. Salir del narcisismo que limita la consciencia, es un paso indispensable para poder entrar en expansión. Esto es un acto voluntario o causado, no se da automática o naturalmente.

La consciencia expandida, hecha pública a través de la conversación, posibilita la experimentación y la exposición de conceptos nuevos a la inteligencia colectiva, y con ello crear un momentum en el que el colectivo pueda a sentirse co-creador o capaces de reinventar las creencias actuales, lo que no deja de ser un momento algo emocional, una especie de colaboración exaltada.

El objetivo es recrear estas condiciones para el crecimiento. Experimentar para sentirse pioneros en terreno desconocido, pero prometedor. Este movimiento inventivo, basado en conversaciones trascendentes es un terreno fecundo para, no solo la innovación, sino para la alineación, la colaboración, el apoderamiento, la interdependencia, la afinidad, la toma de riesgos, entre otras capacidades que facilitan un alto desempeño. La gente usa su energía, no para corroborar sus creencias y confrontar al otro, sino para enriquecer las nuevas posibilidades transformadas en propuestas, alrededor de las cuales los individuos pueden colaborar exaltadamente.

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